Los temas que se exponen en este blog plantean una nueva vida, acorde con el nacimiento de un nuevo paradigma,
más holístico, más respetuoso, menos mecanicista. Asistimos al cambio, somos testigos y protagonistas, ya no podemos creernos inocentes; evolucionar, también es cuestionar lo establecido buscando el bienestar común.
Cambiemos el mundo, es posible. Es necesario.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Necesidades Primarias*

Los bebés recién nacidos inspiran ternura y fragilidad, necesitan nuestra protección para vivir. Con todo su cuerpito nos piden que les brindemos cuidados y que respondamos a sus necesidades básicas de alimentación, limpieza, y sobre todo, afecto, apego, upa, amor.



Los recién nacidos vienen de una vida intrauterina en la que perciben los sonidos constantes del cuerpo de la mamá y de manera amortiguada también los sonidos del exterior. En esa existencia placentera son alimentados de manera permanente, la temperatura es la ideal, se mueven todo el día de acá para allá en un bamboleo constante al ritmo de los movimientos de la mamá que camina, a veces hace gimnasia, e incluso corre el colectivo. Todo su cuerpo está en contacto permanente, sumergidos en el líquido amniótico, en un habitáculo que cada mes los toca un poquito más. Ese lugar, que según la psicología es el paraíso al que todos añoramos volver, no es ni quieto, ni silencioso, y mucho menos tiene la soledad de un moisés o una cuna. Una vez en casa, ellos lloran para recuperar el contacto permanente, los ruidos, la compañía, y nosotros creemos que son caprichosos y nos quieren tomar el tiempo.
Durante los tres primeros años de vida, el cerebro humano desarrolla cientos de millones de conexiones entre sus neuronas, gracias a las que el niño y futuro adulto podrá moverse, ver, escuchar y también de ellas dependen sus habilidades tanto intelectuales como emocionales. Por eso, la manera en que se trate a los bebés y a los pequeñitos es tan importante. Los adultos pretendemos, sobre la falsa creencia de que los bebés y niños pequeños son especuladores, que se comporten como adultos ya que fundamentamos la forma en que los criamos sobre la base de nuestros deseos, de nuestras necesidades, de nuestros tiempos. Falsamente creemos que ellos tienen que amoldarse a nosotros, cuando en realidad ellos requieren de nuestra entrega.
Cuantos más afecto y atención, es decir mucho mimo y upa casi todo el día, más independientes y seguros emocionalmente serán de adultos. En la misma proporción es importante el estímulo para el desarrollo intelectual. La manera en que los cuidadores se dediquen al bebé tendrá un impacto muy importante en el futuro, tanto dentro de la familia como en la sociedad.
Las características de la relación entre un bebé y su cuidador principal, ya sea la madre, el padre u otra persona, son fundamentales. Los adultos pretendemos que los bebés se comporten como adultos, que no lloren, que nos dejen hacer las cosas, que se acomoden ellos a nuestro ritmo de vida, que molesten lo menos posible. Vivimos sobrevalorando la propia individualidad por encima de las necesidades primarias ¿Quién dijo que un bebé tenido a upa se va a mal acostumbrar? Se va a acostumbrar a ser amado y sostenido, y será independiente cuando le corresponda serlo. Cuando esto no sucede, el bebé se termina acostumbrando a la soledad del moisés o del cochecito y nosotros creemos que aprendió a portarse bien.
Es cierto que no es fácil, con el ritmo de vida de esta época, entender y bajar al tiempo sin tiempo de los bebés, pero estará más contento y mucho menos fastidioso un bebé que puesto en una mochila, pañuelo, bandolera o wawita, hace las cosas con su mamá, que uno que está solito en una cuna. Nuestra empatía es lo que necesitan los bebés, que nos pongamos en su lugar, que entendamos que tienen necesidades y que no pueden comunicarlas más que llorando.
La seguridad que siente un bebé cuando su llanto siempre es atendido, cuando sus necesidades de contacto son satisfechas es lo que lo convertirá en un adulto seguro de sí mismo. Posiblemente luego sea un adulto que no dependerá para ser feliz ni para sentirse seguro, de cosas externas que llenen su carencia. Esos vínculos fuertes con los padres durante los primeros años, son justamente la base de su fortaleza emocional. De eso se trata la verdadera independencia.
Vivimos en una gran contradicción: cuando son bebés queremos que sean independientes, pero cuando llegan a la adolescencia y se supone que tienen que empezar a ensayar la verdadera independencia solemos cortarles las alas. Los bebés y los niños pequeños, necesitan brazos, necesitan tiempo, necesitan contacto. A tener en cuenta: nadie pide lo que no necesita.
Karina Muzzupappa

* Publicado en Diario Popular, Suplemento Domingo Vida, 18/09/11

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